En la calma de la tarde
a la hora de la siesta
parlotean enamoradizos los gorriones
al otro lado de la calle
entre el ramaje del seto
de mis vecinos de enfrente.
Los tímidos rayos
del primer sol de esta primavera
apenas logran hacer algo más tibio
el aire de esta sala donde escribo.
La feliz conjunción de esta luz decadente
y el gorjeo incesante de las aves inquietas
como filtro encantado
como mágica alfombra
me traslada a lugares
que allá lejos me esperan.
Y entre altas montañas y recónditos valles
por ciudades en ruinas y por playas remotas
conduzco mi asombro, escuchando nombres
que hablan de un pasado hasta el que me transporto
con ojos bien abiertos, para ver lo increíble.
Me veo en Termesos, cual un alto Machu Pichu
también largo tiempo olvidado.
Desciendo hasta Patara, a su costa y sus dunas
junto al río allí en Xantos, visitando el Letoon
Me traslado hasta Aspendos, peldaños del teatro
bajo sombra de olivos.
Camino por la playa junto a la antigua Olympos
junto al desfiladero donde termina el río.
Veo arder la llama eterna en las rocas de Chimera
y nado en las azules aguas
calitas poco holladas
que rodean Faselis
Me impresionan las tumbas
talladas en la roca de la mítica Myra
Observo los bajeles en la rada de Adriake
junto al edificio romano
viejo almacén de granos
en tiempos del Imperio.
Necesito un piloto que me lleve a Simena
ataudes de piedra lamidos por las olas.
Todo está transcurriendo
en estas calmas horas
y aún me falta Kekova
y acercarme hasta Tlos.
El sol ya está cayendo y
sin moverme de casa
he llegado muy lejos
inocuo experimento
es hacer estos planes
para nuevos momentos
para futuros viajes
en venideros tiempos…
y sin quererlo os dejo
me reclama el teléfono.
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