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PEPE JUNCO : Un corazón que hace poemas

De vez en cuando llegaba a mis ojos algún poema escrito por este hombre nacido en la isla de enfrente el mismo año en que yo lo hice en ésta. Siempre fue muy bueno en esto de la poesía, desde que lo recuerdo recitando la elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández en medio de una revuelta estudiantil de los míticos años 60, en la Universidad de La Laguna… en aquel Hall que pasados los años viera morir a Javier Fernández Quesada.

Pero como este es un blog serio, mejor nos dejamos de florituras y recuerdos de pasados tiempos, de entrañables relaciones y de cosas en común que ya no existen, y pasamos a la obra, bueno, a una simple pincelada, una breve muestra de su quehacer ( limitada también porque años y años de aislamiento mutuo han dejado un lago de ignorancia de sus muchos trabajos que resulta difícil rellenar en el poco tiempo que hace que hemos vuelto a reencontrarnos siquiera sea virtualmente).

DE MI MADRE MUY JOVEN

De mi madre muy joven, recuerdo que volaba

disfrazada de ropa, y aprovechando el viento,

meciéndose en las liñas de cualquier azotea,

entonando con fuerza canciones melancólicas,

que hablaban casi siempre de amores separados.

Experta era en el arte de tallar la madera

sobre la que volcaba sus manos poderosas

hasta sacarle el brillo a sus partes más nobles

con un cepillo mágico que guardaba en secreto

y que solo sacaba si invocaba al asombro.

Como una combatiente luchando en la trinchera

ella se reclinaba armada hasta las cejas

con una cera negra y una bayeta antigua

hasta encontrarle el nervio a aquellos escalones

que luego, agradecidos, mostraban su tersura.

No guardo en mi cerebro su imagen recostada

ni rodeada de flores tumbada en la pradera

la suya era una estirpe de soldados civiles

batallando en el frente de las cosas que importan:

poner aditamentos como quien pone vendas

a viejos calcetines que estaban casi extintos,

hacer que plantas mustias recobraran su brío,

y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.

Me viene a la memoria en noches desvaídas

sus brazos extendiendo por todas partes mantas

para calmar al ogro cruel que se acercaba

y ahuyentar los espíritus del miedo y la tristeza.

Ella sabía el secreto de las aves que migran,

el lenguaje preciso que usaban las hormigas

el porque de las formas que las piedras tenían.

Su rostro se mostraba seguro entre las lilas,

y pájaros heridos a su puerta tocaban.

Los grillos esmeraban su canto en la alborada

cambiando la estridencia por un parto de estrellas,

la humedad de la tierra de su ardor recogía

la sustancia precisa para darle a los frutos

el vigor necesario y una altura imposible.

Fértil como los surcos que albergaban sus pasos

de pronto le nacía en la frente un almendro

y en su vientre de plata se abría paso el aroma

por todos los rincones de aquel campo esmaltado.

De mi madre muy joven mis neuronas cansadas

conservan los matices que portaba en los ojos.

CREADORES

Sueñan difusas cuevas embrujadas,
paredes, ríos, bisontes, flechas, hombres,
un sol a medio hacer, apenas duermen,
en su delirio un alacrán se muda,
un cuerpo se derrite, un barco vuela,
las hojas de papel son como otoños
cayendo siempre y germinado y eso.

Y eso les da sustento y perspectiva,
hacen de un nudo en la garganta un sable,
de una nube procaz una azucena,
de un tallo verde un galopar de abejas,
de un maleficio un árbol desnudado,
del tiempo una quimera de dragones,
del cielo un agujero de nostalgias,
del mar una batalla interminable y callan.

Callan, pero en los filos del cerebro
bullen fonemas, pájaros torcidos,
besos dados a labios que se ausentan,
ritos, revoluciones, pedazos de un espanto,
formas de andar que nunca se ejercieron,
lunas rojas que nadie ha descubierto,
corazones de piedra embalsamados,
niños cegados por capricho y eso.

Y eso los hace, no privilegiados,
locos de atar subiendo una montaña
que sólo en su memoria fructifica
y de repente se transforma y nieve,
y acequias de cristal donde navega
sangre inocente derramada en vano,
cuadros a medio hacer, rinocerontes,
unicornios pastando un laberinto,
flores creciendo en la mitad de un ojo,
peces que buscan en las minas cobre,
manos tentando en la maleza y callan.

Y callan un silencio de geranios,
un diluvio de arena que se posa
entre dos cuerpos por un istmo unidos,
una constelación enarbolada,
un antiguo dolor desesperado,
un asombro pasando por un puente,
la luz perdida, prosternada y eso.

NO ERA CON PRECISIÓN TARDE DESNUDA

No era, con precisión, tarde desnuda,
ni era tampoco una rotunda noche
la que albergó aquel sueño desbrozado,
aquel acontecer de las cenizas,
aquella inesperada lluvia insomne
cayendo en las fronteras de la casa.

No sé si el tiempo estaba en condiciones
de afrontar aquel reto de titanes
en medio de un silencio que insinuaba
distancias que no eran.

Pudo acabarse todo y los aullidos
quedar como testigos solitarios
de una historia absorbida por la rabia.
Pudo crecer el odio como musgo
pegado a las paredes de la sala
adornando la escena.
Pudimos no ser más que dos cadáveres,
inmunes al dolor, que desfilaban
hacia sus respectivos laberintos.

No era, con precisión, tarde desnuda.
Allí quedaron para siempre expuestas
las máscaras de rostros que perdieron
su envidiable tersura, sus contornos.

No era tampoco una rotunda noche.

(La Pájara Pinta 27, 2007)

Bueno, por si acaso pasa por aquí alguien con interés en conocer a nuestro poeta añadiré algunos datos a manera de:

BIOGRAFÍA.
Las Palmas de Gran Canaria (España), 1951. Las Palmas de Gran Canaria (España), 1951. Nombre literario de José Miguel Junco Ezquerra. Licenciado en Historia y en Filología Inglesa. Profesor de E.M. Poemarios publicados: «Telegrama a una estrella» (1988), «Hacer las paces» (1992), «Cambio de ritmo» (1996), «El hombre de salitre y otros poemas» (2000), «Los días contados» (2002), «Países extranjeros»º (2003). Premios a poemarios: Tomás Morales 1992, mención honorífica.

Habrá que actualizar datos y añadir nuevas entregas de su obra, pero eso será otro día, este año dedicado a recordar a Miguel Hernández, terminaremos con esta bonita poesía de Pepe Junco:

CARTA IMAGINADA DE NAZIM HIKMET, EL TURCO, A MIGUEL HERNÁNDEZ, EL ESPAÑOL.

Camarada Miguel: ¿Qué bálsamo desprenden los álamos de España?
¿Cuál es la dimensión de sus raíces?, ¿Te deja sin resuello su fragancia?
¿Cómo es la historia en las calles de España? ¿Se presume, Miguel?
¿Puede uno comprenderla cuando pasea al mediodía?
Y los niños, Miguel, ¿sonríen acaso? ¿Dan un beso a sus padres
antes de anochecer y luego se divierten en sus sueños?
¿Cómo lloran las esposas de los combatientes en tu tierra?
¿Lloran con esperanza, les nace un arco iris detrás de la tristeza?
¿Se escabullen del tedio y del horror y vuelan lejos
como las mariposas de alas verdes que imaginan el aire?
¿Qué gemidos exhala la tierra humedecida de tu patria?
¿Lo recuerdas Miguel, te asomas más allá de los barrotes?
¿Cómo cantan los pájaros de España? ¿esperan a posarse,
o simplemente en vuelo ejercitan las cuerdas para luego?
Si tu hijo y el mío se encuentran una tarde aquí en Turquía
o allí, en tu hermosa patria, ¿sabrán por qué no viven ya sus padres?
¿Se abrazarán, Miguel, sin conocerse, porque tira la sangre de poeta?
Buena suerte Miguel, mi hermano en la desdicha y en los sueños.
No olvides referirme la textura que tienen las hojas de los álamos,
los sueños de los niños españoles, las alas verdes de las mariposas,
el canto de los pájaros, y cómo va la historia por la calle.
Cuídate de esa tos que yo me cubro de noche el corazón.




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